
La manifestación de femineidad, estimado Sucesor,consiste en la magnífica capacidad para la insatisfacción.
“No sé… es un poco… es simpático, no sé, medio paisano, se le nota el acento de campo… igual es chico para mí –dice.” (Fuera de temporada)
Insisto, estimado Sucesor, en que la insatisfacción no es una hermana insignificante de la histeria. Y que la histeria, a pesar del abuso incondicional de la doxa de origen cosmopolitano –gentilicio que usted no debería confundir, nunca, estimado Sucesor, con cosmopolita– no es tampoco un simple modus vivendi. En todo caso, es más bien una categoría de pensamiento compleja. En principio, estimado Sucesor, una categoría con la que hasta el triste Roland Barthes estaba familiarizado. Tal vez, por su magnetismo poderosamente capitalista.
“…no sólo hay que ser buena, también hay que parecerlo –crema Avon antiage que mantiene el equilibrio hídrico de la piel–, así hago yo…” (Las cosas que brilla a mi alrededor)
“…fomentar prejuicios sobre la estupidez femenina siempre juega a favor: es bueno que el enemigo subestime las fuerzas del adversario (una suerte que el machismo y Matías no se den cuenta de eso)…” (Todo lo de anoche)
II. Una máquina de producir apariencias
¿Cómo articular una voz fémina en Los domingos son para dormir? Concédame, estimado Sucesor, el artilugio de una tríada de lectura productiva. Concédame el placer de estreñir cualquier capacidad vulgar de interpretación. Lo posible (lo que podría suceder). Lo real (lo que sucede). Lo virtual (lo que sucede sin suceder). Entonces permítame avanzar en uno de los mapas más prepotentes de Los domingos son para dormir. El de las dislocaciones en el plano de las expectativas.
“…pienso en llamar a mis amigas, necesito consuelo: estoy demacrada, uso una remera de Argentina con el logo de Visa y de Reebok porque es la única que encontré…” (Todo lo de anoche)
“…mejor delegar: medias de red con minishort negro y la misma musculosa blanca gastada. Sandalias de taco. Cuando venga puedo decir que me probaba ropa de fiesta para el casamiento de mi prima en Santa Rosa; de todas formas, por qué preocuparme: los hombres son siempre demasiado fáciles…” (Todo lo de anoche)
“…al final papá es igual que mamá, tampoco puedo esperar nada bueno de ella: después de hacer una descripción detallada y técnica de cada producto y de haberle explicado cincuenta veces las insalvables diferencias que separaban un producto de otro, aparece con una Mandy en lugar de los Pin y Pon que le había pedido…” (Las cosas que brillan a mi alrededor)
“… El chofer dice qué linda que estás hoy como si me viera todos los días, sonrío y digo gracias, por primera vez en forma natural como me enseñó Fabiana: cuando un hombre te dice algo lindo no tenés que negarlo ni ponerte colorada, tampoco tiene que parecer que no le creés; lo mirás a los ojos, sonreís y le decís gracias con seguridad…” (Las cosas que brillan a mi alrededor)
“…Dios mío, soy consciente de tantas cosas…” (Las cosas que brillan a mi alrededor)
El desplazamiento y la apariencia también tienen sus rebordes materiales en el lenguaje. Precisamente, estimado Sucesor, en la ilación errática de elementos diversos. En la eliminación sintáctica de los conectores habituales. En la supresión calculada de verbos copulativos que priorizan el sentido por sobre la imagen. Si me permite la cacofonía: en la constante continuidad del continuo de imágenes, recuerdos y pensamientos.
“… siempre quise tener uno, ahora lo sé, recién ahora –soy tan distraída, creo que la maestra tenía razón–, ah, ya sé, que cuando me impresioné con esa película mis compañeros de curso –éramos de cuarto primera, me puse una remerita re sexy esa vez, fucsia con lunares verdes, la espalda descubierta; nadie dijo nada, pero sé que estaba hermosa, casi una modelo–, eran unos imbéciles y se burlaron de manera cruel, creo que lloré porque yo no lo entendía, pero ahora sí entiendo eso del odio a los padres; tiene que ver con el psicoanálisis, ¿no?...” (Las cosas que brillan a mi alrededor)
Por supuesto, estimado Sucesor, si existe un elemento capaz de sintetizar como un nodo poderoso las dislocaciones féminas entre lo posible, lo real y lo virtual, ese elemento es el Mercado.
“…y mi vida como burbujas limpias, dispersas, artificiales –publicitarias–acciones que no se producen, sensaciones disociadas de la acción…” (Compulsión a la repetición)
“…Cómo se verá mi maquillaje con esta luz, gris perlado de mis párpados concebido por Lancôme para una noche como la de ayer –o con eso nos engañamos los fieles consumidores– tonalidad 035, gris humo también en el delineador…” (Todo lo de anoche)
“…voy a ponerme perfume del importado que es el más lindo y así voy a estar mejor…” (Las cosas que brillan a mi alrededor)
“…quiero decirle cuánto lo comprendo pero no digo nada: no hay que decir ese tipo de cosas porque los hombres se las creen y después piensan que estamos enamorados de ellos…” (Las cosas que brillan a mi alrededor)
“… como si en lo más profundo de su alma pudiese adivinar que un príncipe azul, más bello y bravío que el mar, la rescatará de aquella miserable vida…” (Las cosas que brillan a mi alrededor)
“… no hay mayor confianza, no existe mayor amparo que el que te brinda tu peluquero de toda la vida…” (Las cosas que brillan a mi alrededor)
Tratar la oposición cultural entre el campo y la ciudad, estimado Sucesor, implica la tarea honesta de esquivar referencias agotadas. Las injertan en sus reseñas de publicación gratuita cualquier pelele. Establezcamos, estimado Sucesor, que en los cuentos de Los domingos son para dormir, la gran mayoría de los personajes, sencillamente, migran. Insistir en ese tópico –el de la condición palurda, estimado Sucesor–, a meses del Bicentenario, habla más de cierta pobreza sociológica que de las posibilidades de alguna nueva lectura crítica. Las migraciones espaciales ocurren. Y Dios, estimado Sucesor, ha atendido siempre en la metrópoli. Y nunca en la periferia. Suficiente. Me interesa en cambio, estimado Sucesor, una dinámica distinta entre el aquí y el allá. La de su mutuo colonialismo.
“… al irnos, el hombre dice que parecemos de Buenos Aires, algo que las chicas desmienten con enormes sinceras (¿sinceras?) sonrisas; entendemos lo que él quiso sugerir: maleducadas, soberbias, vanidosas…” (Fuera de temporada)
“… acá el cielo es tan estrecho, si supieras lo que sufro; nunca pensé que iba a ser así, no disfrutar de los edificios altos, torres imponentes y siempre un bar o un cine y gente, la ciudad en la que siempre quise vivir ahora no me basta…” (Tu vida sin mí)
“… por qué los novios porteños se quedan en Buenos Aires, por qué nací en esta miserable ciudad del interior…” (Fuera de temporada)
“… niños que gritan, corren y dan pelotazos en la cara, asados a los que nadie nos invitará, los pocos chicos lindos e inteligentes tendrán novias y serán fieles, habrá familias que gusten de la cumbia, el fútbol y la sana alegría de la radio AM a las siete de la mañana…” (Fuera de temporada)
“… la justicia es un caracol que se resguarda en sí mismo pero de vez en cuando deja marcas en el piso, yo sigo esas huellas, el resto sigue solo…” (Roommates)
“… sus parámetros de chica de pueblo son muy distintos a los míos, pienso. Con esfuerzo, pronto vas a poder incorporar los criterios propios del buen gusto…” (Roommates)
Permítame introducir una pequeña variación de la oposición entre el centro y la periferia. Permítame plantearla, sin abandonar el teorema personal de las apariencias, en términos aún más ontológicos. Entre el qué y el quién.
A los fines didácticos, estimado Sucesor, el qué será definido por ese objeto extraño y amorfo en la psiquis de toda conciencia femenina narrativa. Ese objeto de desprecio primario: las Otras Mujeres.
“… le cuesta estudiar, me da pena pero también pienso que debería dedicarse a otra cosa, vender cosméticos puerta a puerta, ser ama de casa, maestra, costurera, mantenida, no sé…” (Roommates)
“… Marisa hace la plancha y una ola la tapa, saca la cabeza y escupe, se ríe y parece un monstruito, su cabeza es como el cuerpo de un pulpo…” (Fuera de temporada)
“… las chicas dicen que estoy demasiado fashion para un lugar como éste y pienso en una larga argumentación para justificarme pero al final digo: Y qué...” (Fuera de temporada)
“… me canso un poco, las chicas me miran nadar hacia ellas creo que con admiración…” (Fuera de temporada)
“… todo siempre sucede más allá de mí (me sirve de consuelo, sólo por un rato…” (Sucede más allá de mí)
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