lunes, enero 25

Cómo pasé algunos días en el Overlook Hotel (poema del desarraigo)

Todo parece atrasar 30 años en el Overlook hotel. También la gente, moviéndonse en una atmósfera de parquedad.

Las ventanas del Overlook Hotel están malditas. Desde adentro, se ve lluvia aunque afuera brille el sol.

No todo es paranoia en el Overlook Hotel, mis amigos.

Salimos del Overlook Hotel. Una fotógrafa me cuenta su proyecto de documental sobre un travesti.

Un mozo se acoda frente al televisor en la barra del Overlook Hotel. Alguien le grita que cambie de canal. Pasan pornografía y hay chicos.

El "ballroom" del Overlook Hotel, a unos pasos del botones negro que abre puertas, es un paisaje que habría aterrado a Stanley Kubrick.

¿Qué sucede más allá de esa frontera tentadora pero atroz que los residentes aseguran que existe más allá del Overlook Hotel?

Let me take you down `cause I´m going to Overlook Hotel, nothing is real

Desde la noche lluviosa del Overlook Hotel le dedico una líneas al recuerdo de la Casa Usher, al otro lado del río.

Si ahora creen que esto es ficción, entonces definitivamente estoy atrapado en el Overlook Hotel. El pornógrafo en la barra se va a reír.

Al botones negro todos lo llaman con un nombre distinto. Me susurra. Me lleva a una habitación del Overlook Hotel: sólo hay diarios viejos.

Sala de diarios viejos del Overlook Hotel. El negro dice santificar a un muerto y maltratar a los vivos. ¿Trabajamos para la misma corona?

El barman dice que no hay ningún negro. Ningún archivo de diarios en el Overlook Hotel.

Más vergonzoso entre periodistas es que te sorprendan leyendo antes que másturbándote, dice un fotógrafo fuera del Overlook Hotel.

Frente al Overlook Hotel hay una exposición de cadáveres disecados. De este lado, los cadáveres.

El Overlook Hotel ahora: huéspedes españoles, una vedette obesa con un perro, el ballroom para 600 almas.

All work and no play makes Mavrakis a dull boy. All work and no play makes Mavrakis a dull boy. All work and no play makes Mavrakis a...

Tal vez haya una brecha. Un punto de fuga. Un plan de escape del Overlook Hotel.

Una residente toca una serenata en el piano y las notas intentan decirle algo a los cimientos del Overlook Hotel.

Después de las 3 brota una nueva fauna de bebedores nocturnos. El Overlook Hotel te carcome como a un viejo Buick.

Hay una orquesta. Festejan año nuevo entre serpentinas. Hacen el último conteo, ligeramente infernal. Año nuevo. Sigo en el Overlook Hotel.

Un turista sueco dice que estuvo en un hotel idéntico al Overlook Hotel en Saigón. También que subió a YouTube su video porno.

Compré un cuchillo de combate por e-Bay y acabo de desenfundarlo en el looby del Overlook Hotel. Paranoia.

Dejé el cuchillo sobre la mesa y nadie hace nada. Nadie reacciona. Son espectros. Inertes. Overlook fucking Hotel.

Dicen que a unas cuadras se puede conseguir un revólver a buen precio. Pero las cuadras se miden en kilómetros desde el Overlook Hotel.

Llega un gobernador al Overlook Hotel. La atmósfera debe haberle vaciado el cerebro.

Un lamento por cada grano de arena y por cada cabecita negra al otro lado de los ventanales del Overlook Hotel.

"Mar del Plata es un campo de concentración con vista al mar", me explica otro fotógrafo del Overlook Hotel.

Imagino la nueva rinoplastía de la prostituta en la barra si mi revólver detonara en el Overlook Hotel.

La esposa trofeo del hermano bobo del gobernador también podría redecorarse. Es otra perla del Overlook Hotel.

La esposa del gobernador es bella. Tal vez si una de mis balas le atraviesa la carótida, algún portal extraño se abra en el Overlook Hotel.

Un botones negro me canjea el número de habitación de la mujer por un diario viejo. "Tres balas van a abrir las puertas del Overlook Hotel".

Cena exótica a metros del gobernador. ¿Mi puntería es buena? ¿Adiós, Overlook Hotel?

Nunca transitaron los pasillos del Overlook Hotel. Las puertas relumbran sus bordes con tonos rojizos. El perfume del azufre es fuerte.

Golpean la puerta de la habitación. Dicen que tengo que abrir. Ha llegado la hora de convertir en pólvora todo el azufre del Overlook Hotel.

Quieren entrar. Siguen golpeando porque quieren entrar. Quieren mi alma. El Overlook Hotel quiere mi alma.

Siguen golpeando. La ventana del Overlook Hotel no se abre. Hay demonios congregados alrededor de las manos en cemento de un muerto fresco.

Golpes. Más golpes. Más golpes más. Hay luz y hay azufre. Quieren entrar. No van a entrar. Maldito Overlook Hotel, no van a entrar.

Se detienen los golpes. Supongo que si las paredes del Overlook Hotel pudieran gemir, lo harían. Un sobre ancho y gris pasa bajo la puerta.

El sobre está lleno de números. Alguna especie de código del Overlook Hotel. Por algún motivo, sólo pienso en Charles Augustus Lindbergh Jr.

La puerta. Acaba de hacer un ruido mecánico y abrirse. Pero no hay nadie del otro lado. Pasos en los pasillos infinitos del Overlook Hotel.

Ahora hay voces al final del pasillo. Suenan latinoamericanas y ansiosas. Soy un colono que empuña su .38 Special en el Overlook Hotel.

Afuera del Overlook Hotel: flores sobre las manos en cemento del último imitador de Elvis Presley que se murió en un país subdesarrollado.

Toc toc. Quién es. Personal del Overlook Hotel. Qué quieren. No van a entrar. No importa lo que usted quiera. Espero que estén blindados.

El Overlook Hotel. Un infierno reciclado en los 90 con un público ideologizado en los 40.

Sofía, la joven heredera del Overlook Hotel. Mira con asco mi cigarro y mi expresión de odio tipo Clint Eastwood.

Emergen estatuas vivas desde el mar. Anuncian una ola oceánica que se tragará al Overlook Hotel.

Aquí viene la ola. Puedo olerla. Emerge voraz. Inevitable. Nos vemos en el infierno, Overlook Hotel.

Diciembre / Enero 2010

martes, enero 12

Un recorrido literario por los barrios porteños

Puertas del Bicentenario

Pabellón Argentino

Todos los sábados 16, 23 y 30 de enero a las 19:30

CICLO DE LECTURAS BARRIALES

Buenos Aires / Escala 1:1:

Un recorrido literario por los barrios porteños

Desde un doble compromiso con el territorio y la narrativa, los autores del libro Buenos Aires Escala 1:1. Los barrios por sus escritores (Editorial Entropía) leerán fragmentos de sus relatos y departirán acerca de sus impresiones sobre las diversas entidades de cada barrio: el de la infancia, el de la memoria, el de la imaginación, el de la literatura, el del deseo, para intercambiar vivencias urbanas con el público.

Abasto, Almagro, Belgrano, Boedo, Caballito, Chacarita, Colegiales, Congreso, Flores, La Boca, Nuñez, Once, Palermo, Parque Centenario, Parque Patricios, Recoleta, Retiro, San Telmo, entre muchos otros, serán revisitados desde la particular lente de los nombres más contemporáneos de la literatura argentina: Federico Levín, Lucas Funes Oliveira, Washington Cucurto, Marina Mariasch, Oliverio Coelho, Violeta Gorodischer, Ignacio Molina, Cecilia Pavón, Alejandro Parisi, Leonardo Oyola, Iosi Havilio, Sebastián Martínez Daniell, Natalia Moret, Nicolás Mavrakis, Romina Paula, Mariano Pensotti, Félix Bruzzone, Joaquín Linne, Diego Grillo Trubba, Sonia Budassi, Ricardo Romero, Juan Incardona, Leonardo Longhi, Hernán Vanoli, Maximiliano Tomas.

CadSábado 16: Lucas Funes Oliveira, Ignacio Molina y Nicolás Mavrakis

Sába Sábado 23: Sebastián Martínez Daniell, Sonia Budassi y Juan Terranova

Sábado 30, 19.30:

Coordina: Diego Erlan

Pabellón Argentino // Parque 3 de Febrero //